Nuestro Objetivo

Muchas ocasiones los hombres tambièn sufrimos el lastre de la violencia intrafamiliar por parte de nuestra pareja. Elevado nùmero de casos constituyen una cifra negra porque los hombres, por prejuicios que nos han sido inculcados a lo largo de generaciones, muchas veces no nos atrevemos a buscar ayuda por el què diràn o porque supuestamente los hombres no lloran. ¡Cuantas veces lo que buscamos es alguien con quien hablar de lo que nos sucede al respecto y no nos atrevemos por muchas razones! Nadie es el ùnico que lo puede vivir.

Nuestro objetivo que motiva èste espacio es dar apoyo y consejo a quien lo necesite. Los hombres tambièn somos susceptibles a padecer èste ml social y familiar y a travès de èste medio buscamos orientar y apoyar con informaciòn y experiencias valiosìsimas que te motiviaràn y ayudaràn a sentirte mejor.

¡BIENVENIDOS SEAN Y QUE DISFRUTEN ÈSTE ESPACIO!.

martes, 23 de febrero de 2010

EL NUEVO FENÒMENO: LOS ORÌGENES Y CAUSAS

Este espacio tiene por objeto abordar el reciente fenòmeno cada vez mas comùn, de la violencia familiar de parte de las mujeres hacia sus parejas. Es necesario hacer una reflexiòn sobre los orìgenes sociales y culturales de èste problema para comprender sus motivos, sus causas. Solo desde èsta perspectiva podremos tomar la fortaleza que como hombres necesitamos para alzar la voz, porque tambièn somos susceptibles a vivir en carne propia èste mal social, que la sociedad parece al menos hasta hoy, tratar con indiferencia.

Consideramos que solo entendiendo los orìgenes de èste fenòmeno podremos llegar al perdòn tan necesario hacia los demàs y hacia nosotros mismos, para entender nuestra responsabilidad ante ello. Esta es mi experiencia, mi aporte a quienes se encuentran en algùn lugar sufriendo en silencio.

¿DE DÒNDE SURGIO LA IDEA DE LA IGUALDAD DE GÈNEROS?

En nuestros dìas ha cobrado enorme relevancia el tema de la igualdad de gèneros, tema de interès bastante comùn en razòn de que la mujer ha peleado durante dècadas por lograr que se le tenga en un concepto distinto del que durante años, antes de la dècada de los años cincuenta, solìa concebìrsele.


En efecto, es de casi todos conocido que el papel de la mujer en los siglos XIX y XX, èste ùltimo entre las dècadas de los años veinte y cincuenta (cito èstas por delimitar un espacio de tiempo) se veìa supeditado a las òrdenes o deseos del padre, aunque en ciertos casos tambièn de la madre quien, influenciada por las enseñanzas que a su vez inculcaron en ella su propia madre y demàs ascendientes, tenìa la idea de que “hay que hacer lo que tu padre disponga”, o bien, “somos mujeres y a nosotras nos toca obedecer”. Ello significaba que el papel de la mujer en el matrimonio por lo que ve a la educación de las hijas mujeres era el de mera ejecutora u obedecedora de los deseos del jefe de familia. Asì las cosas, aùn en el pasado siglo XX era comùn encontrar casos en los que, si el jefe de familia disponìa que “Bernardita tiene que casarse con Mariano porque es el hijo de mi compadre”, tal voluntad no estaba sujeta a discusión, ni siquiera a una simple opinión. “En èsta casa se hace lo que yo diga porque es por tu propio bien”, solìa decirse por los jefes de familia que, al cobijo de ideas ultraconservadoras, muchas veces rayantes en la tiranìa, imponìan su voluntad severamente, Y desde luego, no faltaba el apercibimiento para la hija que osara contravenir la voluntad de su padre y por ende, el correspondiente castigo, no menos severo y muchas veces cruel a que se hacìa acreedora si ese tìmido deseo que seguramente en ella florecìa de “hacer lo que yo quiero para mì” se atrevìa a materializarse en cualquier medida.


La mujer de principios del siglo XX se regìa en muchos casos bajo normas patriarcales ¿A què me refiero al respecto? Veamos el caso de la película “Como Agua para Chocolate”. Si alguien la ha visto habrase dado cuenta de la temàtica que contiene: una madre dominadora que tenìa la idea, mas enraizada que la primer espinilla de un adolescente de catorce años, de que la menor de sus hijas “tenìa” (segùn quièn, me pregunto yo) el deber de quedarse solterona para toda la vida porque tenìa que cuidar de ella cuando fuera anciana. Y vemos en èsta película un mando de familia altamente estricto, conservador, inflexible y hasta tirànico. Lo sobresaliente es que en la película, tal mando lo ejerce la madre. Es curioso, pero conductas como èsta que comúnmente se atribuyen al padre varòn, en èste caso se actualiza en la madre de familia, quien en el filme rompe con los estàndares que actualmente solemos concebir como “esperados” de parte de una madre; es decir, hoy dìa damos por hecho que una madre es amorosa, tierna, capaz de dar hasta la vida por sus hijos, porque ese es el prototipo que generalmente esperamos de acuerdo a nuestras actuales normas de familia y en efecto, salvo algunas excepciones, es comùn que nuestra madre reùna esas caracterìsticas. Incluso por eso festejamos, al menos en Mèxico, un “Dìa De La Madre” y la celebramos y la consentimos especialmente en esa ocasión, por todo lo que ella hace por nosotros. Es mas, decimos en Mèxico que se nos pueden decir toda la sarta de groserìas que quieran, pero que no se metan con nuestra madrecita…


Bueno…. Y… ¿Por què saliò èsto?...


¡AH, SI! Sin embargo, volviendo a la cuestión de la película, a mì en lo personal cuando la vi me causò extrañeza, como si estuviera viendo una película de Aliens o como si pusieran a mi vista un gato con seis patas… Y me causò èsta extrañeza porque la vida me dio de una madre con las cualidades que arriba enumerè y se lo agradezco enormemente, siendo èsta la razòn por la cual con esa película dije ¡¡¡¡QUEEEEEEEEE!!!!! ¡¡¡¡ESTO NO ES LO QUE APRENDI QUE DEBE SER UNA MADRE!!!!!!!! Asì es, en “Como Agua para Chocolate” vemos a una madre de familia, autoritaria, inflexible, ultraconservadora y tirana, incapaz de pensar en la felicidad de su propia hija quien es considerada por su propia madre como un objeto de su pertenencia que DEBE cuidar de ella cuando sea anciana. Por ello era impensable siquiera que la muchacha pensara en tener un amorìo o cualquier inquietud que implicara abandonar el hogar materno.


No desconozco que este panorama que arriba describo sigue sucediendo en nuestros dìas, porque hay de todo. Hay madres muy amorosas, hay madres que dan todo por sus hijos, asì como hay madres crueles, madres arrogantes, madres egoístas, madres que ni siquiera merecerìan ser llamadas asì… En fin. Cuando hago referencia al siglo pasado no quiero decir que doy por hecho que situaciones como esas ya no existen. Claro que las hay, solo que en la època a que me he venido refiriendo era mas marcado, por razòn de que no existìa la liberación sexual, la liberación juvenil ni la informaciòn y las diversiones a las que hoy los jóvenes tienen acceso, amèn de que las ideas indudablemente han evolucionado en general.


Ahora bien… ¿Por què las madres como la de la película “Como Agua Para Chocolate” eran asì? Ello tenìa su razòn de ser en la educación tan rìgida que solìa prevalecer a principìos y hasta mediados del siglo XX. Por lo regular ese tipo de personas cuyo carácter es dominante crecieron en ambientes en los cuales la ùltima palabra del padre nunca podìa ponerse a discusión y como todos tendemos a repetir los patrones de conducta que nos han sido inculcados, ello resulta en que las personas no pueden a su vez inculcar a sus hijos algo diferente de lo que aprendieron y por ende, si esas mujeres recibieron tratos duros faltos de tacto y cariño, pues desde luego que repetiràn lo mismo con su propias hijas. Si esas mujeres, como la de la película, crecieron a su vez en ambientes donde la ley suprema era “debes hacer ciegamente lo que ordena tu padre”, es casi seguro que repetiràn lo mismo con su propia descendencia, en especial la femenina. Mas adelante aclararè por què hago especial referencia a las hijas mujeres.


Cuando la mujer madre de familia adopta èste tipo de roles en apoyo del padre dominante, aquella no hace mas que ser un reflejo de la tiranìa del padre dominante, mas sin embargo eso se debe seguramente a que esa madre creciò en un hogar en el que nadie podrìa osar contradecir las òrdenes del jefe de familia, de modo que esas madres tienden a criar a sus hijas tal como ellas fueron crìadas, aunque esto implique en muchos casos someterse en forma ciega y aùn a riesgo de su propia integridad fisica, a todo lo que el varòn jefe de familia disponga. De èsta forma, la mujer que ha crecido en circunstancias de dominaciòn por parte del hombre tiende a repetir el mismo patròn y a inculcar a sus propias hijas la idea de la sumisión, la idea de que no tienen derecho a expresar su opinión y de que su ùnico destino es ser “mujer de casa”. Esto en algún tiempo fue bastante comùn.


Pero todo es una cadena, un cìrculo vicioso que al paso de cada generaciòn se alimenta y se nutre de màs vicios mentales e ideològicos. Pero curiosamente, bajo èsta situación que imperaba sobre la mujer es cuando realmente podìamos hablar de una verdadera igualdad o al menos algo que asemejaba cierta “igualdad” de gèneros… No, mas aùn, ni siquiera podemos hablar en èste momento de igualdad o desigualdad, pues solo imperaba la voluntad ¡¡DE UN SOLO GÈNERO: EL MASCULINO!! Y dije “verdadera” porque el concepto “igualdad de gèneros” tal como el movimiento feminista actual lo ha acuñado y manejado es relativamente reciente. Para que podamos hablar de “igualdad de gèneros” tenemos que partir necesariamente de un punto relativo, es decir, tenemos que partir del momento en que la mujer en el mundo se dio cuenta que existìa desigualdad y ese concepto naciò derivado de la evolución ideològica y mental que la mujer comenzò a experimentar a mediados de los años cincuenta y principios de los sesenta en que comenzaron a abrirse las fuentes de empleo para ellas o en que, por ejemplo en Mèxico, se les concediò el derecho al voto. Solo hasta que la mujer comenzò a conquistar privilegios y derechos paulatinamente se dio cuenta que se encontraba en situación de “desigualdad” con respecto al varòn.


¿Por què digo que solo hasta ese momento se dio cuenta la mujer de esa desigualdad? Porque hasta entonces, en el panorama que expuse arriba sobre el autoritarismo paterno y/o materno, realmente tal desigualdad no existìa. La mujer estaba plenamente consciente de que esa era su condiciòn, de que su destino no era precisamente el tener una vida propia a su gusto; era la mujer plenamente consciente de que “tenìa” que hacer lo que su padre (o su madre, educada a la manera patriarcal) disponìa que hiciera. Y no digo que la mujer en esas condiciones estuviera conforme y feliz de la vida de que las cosas fueran asì, sino que estaba consciente de su situación y de que como mujer no podìa aspirar a realizarse personal o profesionalmente lo cual tàcita y sumisamente solìa aceptar. Por eso es que realmente no existìa desigualdad de gèneros, porque entonces la mujer no peleaba por conquistar derechos o defender los ya alcanzados, pues… ¿Cuàles? Si su voluntad debìa ser la del padre o la madre y ello era aceptado, auque fuera a regañadientes. Solo habìa un gènero: el del hombre, mismo que no tenìa rival alguno como para poder hablar de desigualdad.


Y aùn cuando quien mandara en la familia de entonces fuera la madre, como en “Como Agua Para Chocolate”, ello no es mas que el resultado de una estricta e inflexible educación patriarcal, por lo que a final de cuentas resulta en una ideología matizada y marcada por el ùnico gènero dominante de entonces: el masculino. Bàstase reflexionar sobre lo siguiente: ¿Cuàntas madres de familia existen aùn que, son implacables en la manera de juzgar los actos de sus hijas mujeres, pero no se trate de los hijos varones que hagan estupidez y media porque para ellos sì encuentran todas las justificaciones… ¡¡Pero es que ellos son hombres!!... Suelen decir. Y èsto es resultado de una educación por la cual le fue inculcada a la mujer la idea de que: “Dèjalos, los hombres pueden hacer lo que quieran, por eso son hombres”. Por eso digo que son patrones ideològicos matizados por el dominio del gènero masculino.


Por ello, solo en la medida en que paulatinamente la mujer fue ganando la admiración de los propios varones y en que fue ganando y conquistando derechos, es cuando el sexo femenino “se da cuenta” de que hay algo mas para ellas; se da cuenta de que las cosas no deben ser precisamente como sus padres se los habìan ordenado o inculcado; se da cuenta de que tambièn es un ser inteligente, extraordinariamente inteligente que puede lograr las mismas cosas que los hombres y hasta mas, por què no decirlo y que es capaz de subir peldaños y sobresalir en muchos aspectos: profesional, cientìfico, artìstico o el que se guste y mande. No olvidemos tantas anècdotas acerca de tantas mujeres de carácter indòmito y bravìo que tuvieron lugar durante la Revoluciòn Mexicana, como el caso de “La Carambada”, que sin lugar a dudas despertò admiraciones. Mencionaba hace un momento el derecho al voto concedido y reconocido a la mujer en Mèxico en la dècada de los cincuenta. Otro ejemplo es la paulatina apertura laboral, las empresas poco a poco incrementaron la contratación de mujeres incluso para puestos administrativos y gerenciales. Toda èsta serie de logros hicieron despertar al sexo femenino, para darse cuenta de que podìan aspirar “a algo mas” y que pueden ser mucho mas y lograr mucho mas de aquello para lo que, durante dècadas o siglos, estuvieron destinadas, es decir, mucho mas que ser solo amas de casa y criadoras de hijos. Es entonces que comenzò la verdadera desigualdad de gèneros y al mismo tiempo, la lucha del sexo femenino por la igualdad de gèneros. Es entonces cuando la mujer dijo: “¡Ah, caray, de lo que me estaba perdiendo!”.


Pero ¿y por què se vuelve una lucha? Porque de repente se dijeron: ¿¡¡Y por què ellos sì y nosotras no!!?

¿EXISTE REALMENTE IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES?

El artìculo 4 de la Constitución Polìtica de los Estados Unidos Mexicanos, en su primer pàrrafo, establece textualmente lo siguiente:

“El varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el desarrollo de la familia”

¿Cuàl es el origen antecedente de èsta disposición constitucional? ¿Por què el constituyente permanente mexicano decidiò finalmente establecer expresamente en la màxima Ley Fundamental mexicana èsta aseveración, si se supone que ambos gèneros somos seres humanos que por naturaleza, solo por serlo, tenemos prerrogativas que las mismas leyes secundarias reconocen. Bueno, para todo aquel que no es abogado, entièndase por ley secundaria toda aquella que se derive de la Constitución Polìtica de una paìs.

Semejantes disposiciones en cuanto a su sentido encontramos en ordenamientos constitucionales de otras naciones, que a diferencia del mexicano, aunque expresamente no indican que el hombre y la mujer son iguales ante la ley implícitamente lo disponen asì; como ejemplo cito los artìculos 8, 14 y 37 de la Constitución Politica de Argentina, que establecen:

Artìculo 8.- Los ciudadanos de cada provincia gozan de todos los derechos, privilegios e inmunidades inherentes al tìtulo de ciudadano en las demàs, La extradición de los criminales es de obligación recìproca entre todas las provincias.

Artìculo 14.- Todos los habitantes de la Naciòn gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio, a saber: de trabajar y de ejercer toda industria lìcita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.

Artìculo 37.- Esta Constitución garantiza el pleno ejercicio de los derechos polìticos con arreglo al principio de la soberanìa popular y de las leyes que se dicten en consecuencia, el sufragio es universal, igual, secreto y obligatorio.

La igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres para el acceso a cargos electivos y partidarios se garantizarà por acciones positivas en la regulación de los partidos polìticos y en el règimen electoral.

Como dije, aunque estos preceptos no indican expresamente que el hombre y la mujer son iguales ante la ley, ese sentido se desprende de su redacciòn toda vez que hacen referencia a “todos los habitantes”, sin distinción entre hombres y mujeres de manera que lo que èsta Ley Constitucional quiso reconocer y tutelar es precisamente la igualdad entre hombres y mujeres, salvo el caso del artìculo 37 transcrito que sì hace referencia expresa a la “igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres” en relaciòn con la materia polìtica y electoral.

En general, los ordenamientos jurìdicos de buen nùmero de naciones reconocen tal igualdad, al menos en papel, lo que significa que innegablemente de alguna manera se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos y de oportunidades para ambos sexos.

Abordemos el caso de Mèxico. ¿Por què la Constitución sì hace referencia expresa a la igualdad entre el hombre y la mujer? ¿En relaciòn a què se establece esa igualdad? Es decir… ¿A què o a quièn se busca hacer igual: el hombre a la mujer o viceversa? Para mì, la respuesta es obvia: el legislador pretendiò subir a un plano de igualdad a la mujer con respecto al hombre, no al revès. En la cultura latinoamericana, refirièndome a la mexicana en especial, la mujer siempre habìa ocupado un lugar inferior al del hombre, pues en tiempos anteriores de los siglos XIX y XX se habìa considerado a la mujer como un gènero “dèbil”, o como decìa un maestro mìo: “Las mujeres son seres de cabellos largos e ideas cortas”. Esa concepción deviene del regimen de familia patriarcal a que hice alusiòn en la entrada anterior. Por ello se pensaba que la mujer era incapaz de ejercer cargos pùblicos, de administrar un negocio o hasta de votar, cuando hoy dìa la mujer ha demostrado que es mas què capaz de desempeñarse igual de bien o mejor que los hombres en muchos casos. Hay que reconocer que la mujer es mucho mejor administradora financieramente que nosotros los hombres, a quienes apenas nos cae un peso ya nos lo gastamos, en cambio la mujer es mas previsora y calculadora. Sin embargo, èsto no se veìa con tales ojos en otros tiempos. Ya he mencionado que los padres de familia de antaño solìan considerar a las hijas mujeres como nacidas para ser amas de casa mientras los hijos varones tenìan que estudiar y trabajar; para esos sì habìa oportunidades. Y muchas madres de familia heredaron èste patròn conductual por el cual ellas mismas muchas veces se sobajan o se sabotean a sì mismas. Pongo como ejemplo mùltiples casos que presenciè cuando trabajè en la Sierra Gorda de Querètaro, Mèxico: hace aproximadamente catorce años yo vivì algunos meses en un lugar que se llama Neblinas, un pueblito enclavado en el municipio de Landa de Matamoros, en el Estado de Querètaro y en alguna ocasión a unos compañeros y a mì se nos acercò una señora diciendo que estaba muy preocupada porque en la casa de sus vecinos el señor le estaba dando de puñetazos duro y tupido a su señora, vayan a saber por què y nos pidiò que fuèramos a ayudarla ya que tenìa miedo de que la fuera a matar. Asì lo hicimos, solo que cuàl va siendo la sorpresa de que cuando nos quisimos meter y quitarle al marido de encima, quien se nos dejò venir a palos y groserìas fue… ¡¡¡LA SEÑORA!!!... ¡Sì, la señora golpeada se nos vino encima gritàndonos que no nos metièramos en lo que no nos importaba, “al cabo es mi viejo y me puede hacer lo que se le de su pinche gana, para eso soy su vieja”. Desde luego que con eso daban ganas de ayudar, pero al marido, por lo que ante esa “valiente” defensa de los derechos del esposo por parte de su consorte no nos quedò otra mas que retirarnos del lugar, comprarnos unas cervezas y sentarnos en la acera de enfrente a escuchar los gritos y sombrerazos provenientes de la casa en cuestión y desde luego, echarle porras al macho jefe de familia. La verdad es que con actitudes como èsta, la mujer "cria" a sus propios machos.

¿Cuàl es la situación hoy dìa? Actualmente la mujer en general ha despertado y evolucionado enormemente. Por eso la Constitución mexicana consagra esa mención expresa de que el hombre y la mujer son iguales ante la ley, porque se pretendiò igualar a la mujer con respecto al hombre ya que la mujer se le considera la parte “dèbil” de las relaciones humanas y es quien amerita protecciòn y equilibrio con respecto al varòn. Por eso en su momento se le dio a la mujer el derecho al voto y el derecho a ir ocupando cargos pùblicos y de elecciòn popular.

Actualmente la mujer ha evolucionado muchisimo en todos los aspectos; ha logrado vencer en gran medida los patrones conductuales y familiares que establecìan que la mujer no era capaz mas que para criar hijos y èsta es una gran conquista, no lo niego; al contrario, al mujer ha logrado equilibrar enormemente las relaciones sociales y econòmicas porque pone orden ya que es mucho mejor organizada que nosotros; ademàs los psicòlogos saben muy bien que, a diferencia de los hombres, por sus caracterìsticas neuronales la mujer es capaz de hacer dos o mas cosas al mismo tiempo; si no, preguntèmosle a alguien que en su trabajo haya tenido una jefa en lugar de un jefe: puedo decir que tener una jefa es de lo mas presionante que se pueda imaginar… ¡PORQUE ESTÀN EN TODO Y NADA SE LES VA!

Cabe mencionar desde luego que la discriminación y la violencia contra la mujer no ha desaparecido del todo; no es desconocido para mì ni para nadie (bueno, al menos eso creo) que la mujer sigue siendo objeto de maltratos, humillaciones y vejaciones totalmente condenables por parte de sus parejas o de sus novios; asì lo demuestran las estadìsticas: la tasa de violencia por parte de los maridos o de los novios hacia sus parejas en Mèxico es altìsima, ello sin considerar las cifras negras, lo cual es totalmente injustificable. Y no se diga en los paìses àrabes, donde la cultura en torno al varòn sigue sentando sus reales y en donde la mujer tiene mas prohibiciones que derechos. Sin embargo, excluyendo a los paìses musulmanes, al menos en nuestro medio la mujer ha obtenido un enorme reconocimiento y ha logrado en buena medida equiparar la balanza con respecto al varòn; como dije anteriormente, en mucho ha logrado superar esos patrones conductuales que la relegaban a lo mas mìnimo, con todo y los casos de excepción que aùn se dan.

Sin embargo, dentro de la euforia que impera en nuestros dìas por lo que ve a ampliar los marcos legales para proteger a la mujer de la violencia familiar o de pareja y por lo que ve a los mùltiples programas sociales que los gobiernos han implementado con amplitud con miras a que la mujer se independice y progrese por sì misma, parece que se ha descuidado un fenómeno que ha pasado desapercibido y por ende no se le ha tomado la atención que merece y en consecuencia como que casi nadie se ha percatado de èl. Dentro de la lucha que ha emprendido la mujer hoy dìa por lograr un estatus de igualdad con respecto al hombre nadie ha tomado en cuenta que a veces la balanza parece inclinar su peso hacia el lado contrario. Ha surgido una problemàtica social no menos grave y de la cual quienes la hemos visto de cerca, podemos decir que el pùblico la ha desdeñado, o al menos la ha tomado con cierta indiferencia. Me refiero a la violencia que cada vez con mayor frecuencia, la mujer ejerce sobre el varòn. Asì es, pretendo abordar en èste espacio la situación actual de muchos hombres frente a la mujer quien, como encarnando la reminiscencia de la era patriarcal a que ya me he referido, tambièn se ha convertido en gran medida en el sujeto activo de la violencia de gènero, de la violencia familiar o de pareja. Deseo y espero de todo corazòn y ànimo que èste espacio y mis comentarios sirvan para ayudar a hacer conciencia, ayudar a despertar a quien lo padece, ayudar a otros que se encuentren en èsta situación a hacerles conciencia de que se puede superar y si con èsto puedo ayudar a otros a sentirse mejor y a tener esperanza de lograr un cambio en sus vidas, ese serà mi premio, mi recompensa y mi fortaleza.

¿Qué concluyo hasta èste momento? Que realmente no hemos alcanzado el estatus de igualdad a plenitud que las leyes y los gobiernos, de buena fe, han pretendido fomentar. Lamentablemente, tal igualdad no existe en el aspecto social y jurìdico, debido a èste fenómeno que la sociedad ha desdeñado con cierta indiferencia.

¿POR QUÈ LA MUJER AGREDE AL HOMBRE?

El hombre ha quedado en desventaja. La ley y la sociedad consideran que la mujer es la parte dèbil de la relaciòn de pareja, idea que tiene sus cimientos en la ideología que existiò marcadamente respecto al papel de la mujer respecto al hombre y de la cual ya he hablado ampliamente. Tradicionalmente, la mujer ha sido “el sexo dèbil”, asì lo escuchaba yo cuando era pequeño. No, no lo es; reconozco y admiro que la mujer es en muchìsimos aspectos mas fuerte que el hombre; es mas, la naturaleza es tan sabia que por esa razòn diseñò a la mujer para que ella fuera quien diera a luz a los hijos, porque los fisiòlogos, mèdicos y psicòlogos saben bien que los niveles de dolor en el parto son quizàs los mas altos que pueden sentirse en toda la vida y està demostrado científicamente que la mujer es mas resistente al dolor fìsico que el hombre. Sin embargo, eso tampoco hace a la mujer màs que al hombre. Considero que cada sexo tiene sus aptitudes, caracterìsticas, potencialidades y fortalezas propias las cuales se complementan entre sì, de modo que los sexos NO SE EXCLUYEN, mas bien se atraen y por eso se complementan, aunque no hayan faltado feministas radicales que consideren al hombre como “cosa de poca monta”, en aras de “liberarse del yugo del hombre”. Pero, nos guste o no, esa fortaleza de la mujer y todas sus aptitudes son lo que le ha permitido destacar en muchos aspectos al parejo que el varòn.

Solo que hay un detalle: a veces se llega a excesos. A veces la mujer se convierte en la “macha mexicana” de la relaciòn de pareja. A veces es la mujer quien violenta, fìsica, emocional, psicològica y por què no decirlo, tambièn sexualmente, al varòn. Sì, asì es, el varòn tambièn se ha convertido hoy dìa en el sujeto pasivo de la violencia de pareja o familiar.

¿Por què la mujer puede convertirse en sujeto activo de la violencia hacia la pareja? Todo comportamiento tiene un origen. La forma en que actuamos, la forma en que nos expresamos, la forma en que dirigimos nuestras relaciones con los demàs està basada en los patrones mentales que nos son inculcados desde niños. Las experiencias de nuestra primera infancia son determinantes para lo que seremos de adultos. Todos nuestros pensamientos se reflejan hacia el exterior. Somos lo que pensamos y pensamos lo que nos inculcaron; esos patrones rigen nuestra conducta de adultos y sin darnos cuenta tendemos a repetir los patrones que aprendimos de nuestros padres y familia.

Los psicòlogos saben que la persona violenta es, en el fondo, insegura. Lo mismo podemos decir de la persona que es soberbia. Estas personas requieren esa màscara de dureza para tapar ante el mundo la inseguridad que sienten. En el fondo son como unos ratoncitos asustados, temerosos de que el cruel gato los descubra en cualquier momento y se abalance inmisericordemente sobre ellos. El perfil psicològico de un hombre que ejerce violencia hacia su mujer asì lo establece en la mayorìa de los casos: dentro de esa bestia inmisericorde solemos encontrar a un niño que durante su infancia fue maltratado por sus padres, golpeado, violado o despreciado, un niño que creciò bajo el patròn mental de que no merecìa nada bueno, de que no merecìa ser llamado ser humano, de que es malo, porque si su padre fue golpeador, pues obviamente el lo interpreta asì: “Si mi padre me golpea a mi o a mi mamà entonces eso asì es como se debe vivir”. Y no significa que de manera consciente èste niño haga ese razonamiento; quien lo hace no es su parte consciente sino su ego, su “vocecita interior” quien asì razona, su subconsciente. Y como a consecuencia de ese trato que la persona recibiò en su infancia èsta crece y se convierte en adulto sin valores humanos hacia sì mismo, obviamente no puede pensar en respetarse y amarse a sì mismo o que los demàs lo respeten o lo amen, y eso genera un sentimiento de soledad e inseguridad. Por esa razòn es que es mas fácil esconderse bajo una màscara de persona estricta o violenta, que reconocer su propia debilidad, cosa que el ego se encarga de sabotear en caso de que la parte consciente trate de razonar. El ego dice: “No le busques, tu no mereces nada bueno porque eres malo”. Y ese patròn mental es el que puede prevalecer para toda la vida.

No hay gran diferencia en el caso de la mujer, quien tambièn como todo ser humano asimila esos patrones mentales. Norma su comportamiento de conformidad con las experiencias sufridas o vividas desde la primera infancia, de la cual los primeros cinco años de vida son determinantes en el comportamiento de la persona. Y en muchas ocasiones, es el ego de la mujer lo que ejerce gran influencia en sus relaciones sociales y desde luego, con el sexo opuesto. El tema y la bandera de la lucha por la igualdad, de la dignidad de la mujer frente al hombre hace que ese ego, motivado muchas veces por prejuicios o ideologías surgidas de patrones mentales negativos puede llegar a ser desencadenante de actitudes de violencia hacia el hombre. ¿Por què razòn? En efecto, una mujer que viviò su infancia e inicio de su adolescencia maltratada por su padre o que presenciò situaciones de violencia intrafamiliar por parte de su padre hacia su madre crecerà y llegarà a la edad adulta bajo la inflexible promesa de: “jamàs ningún hombre me tratarà como lo hicieron con mi madre”. Esa es una aspiraciòn legìtima, totalmente vàlida; sin embargo, el problema deviene de la forma en que esa aspiraciòn se encauce. Si esa aspiraciòn està encauzada y basada en el amor a sì misma como persona, tendremos a una mujer que se valorarà a sì misma como persona humana digna de dar y recibir amor y respeto y por ende atraerà hacia sì a personas y a parejas compatibles con esa forma de ser, parejas con las que tendrà amplias posibilidades de crear una relaciòn sòlida, fuerte, tenaz, en la que ambos, hombre y mujer, gocen de libertad y confianza mutua. Pero, si esa aspiraciòn està basada en el sentimiento, muchas veces inconsciente, de que como mujer esa persona no es digna de ser amada y respetada dado el trato que recibiò durante su infancia, ello degenerarà casi sin duda alguna en una actitud de venganza hacia el sexo opuesto, de modo que en èste caso la actitud de “a mi ningún hombre me tratarà como lo hizo mi padre”, lo ùnico que generarà serà veneno, venganza y violencia. Es en èste caso cuando podemos vislumbrar a una persona insegura, una mujer que no se ama a sì misma porque no amarse a sì misma fue lo que aprendiò de sus padre, una mujer que creerà firmemente que los hombres son seres malignos y hay que chingarlos a ellos o ser màs duros que ellos, “antes de que te vean la cara de pendeja”, como se suele decir por muchas mujeres. Y esa inseguridad que deviene de la falta de amor a sì misma es lo que la hace ser violenta hacia el hombre, como una forma de autoprotección o mejor dicho, como un “mecanismo de defensa”, como se le conoce en psicología.

La violencia de la mujer hacia el hombre tambièn existe. Es un fenómeno social que ha recrudecido en nuestro paìs y en los paìses latinoamericanos desde hace unos quince años a la fecha, motivado en gran medida por el ascenso que la mujer ha tenido en los campos laboral, profesional, artìstico y cientìfico. No pretendo decir que sea malo o perjudicial que la mujer conquiste grandes metas, para nada, simplemente que tampoco podemos desconocer que todos esos logros han servido para encubrir precisamente tantos traumas, complejos y patrones mentales negativos que la mujer tambièn con frecuencia porta dentro de sì.

Ahora bien, ¿por què la mujer violenta encuentra o atrae hacia sì a hombres aptos para el ejercicio de esa violencia? Dicen que los polos opuestos se atraen, sin embargo no es precisamente que se trate de polos opuestos. La Ley de la Atracción dice que atraemos a nuestra vida todo lo que pensamos, decimos o deseamos; lo interesante es que no es necesario que esos pensamientos, manifestaciones o deseos sean conscientes. Asì es, nuestro inconsciente es un lacayo totalmente obediente, nuestro ego obedece fielmente a nuestros patrones mentales, de modo que un hombre que ha crecido con patrones mentales negativos sobre sì mismo, forzosamente tenderà a atraer a su vida a mujeres que sean compatibles con esos patrones mentales. Un hombre que creciò carente de amor y en ambientes de violencia, desprecio, burla o denostaciòn por parte de uno de sus padres o de ambos tenderà en su vida adolescente y adulta a buscar mujeres que cubran esos requisitos, es decir, mujeres que llenen su necesidad de violencia, burla, humillación y denostaciòn. Esto sucede en ambos sexos; en el caso de la mujer que sufre violencia es lo mismo, solamente que nuestra sociedad actual ha prestado la mayor cantidad de atención a èste problema en relaciòn con la mujer… Pero a veces nuestra sociedad parece no tomar en cuenta que tambièn el hombre lo padece. Tambièn los hombres podemos padecer el lastre de la violencia por parte de nuestras mujeres, sea violencia de pareja en el caso de quienes sostienen un noviazgo, o sea violencia intrafamiliar en el caso de quienes son casados o mantienen una vida en comùn. Y peor aùn si hay hijos de por medio.

El siguiente video nos muestra algunos detalle de èsta realidad, con todas sus implicaciones



¿ES REALMENTE IGUAL EL TRATO HACIA EL HOMBRE Y HACIA LA MUJER?

Entre los adolescentes es tìpico escuchar historias como èsta: dos chicos de dieciséis o diecisiete años de edad que van juntos a la misma escuela mantienen una relaciòn de noviazgo. El joven quiere muchìsimo a su novia y ella lo sabe; el se desvive por atenderla y tenerla contenta, con ese ímpetu que caracteriza al amor entre adolescentes, para quienes sobre todo la experiencia del primer amor representa un paso formidable, eso que los hace sentir “mariposas en el estòmago” y los hace ruborizarse con la experiencia del primer beso. Sin embargo los amigos del chico comienzan a ver con cierta molestia y resentimiento el hecho de que su cuate “ya no los pela para nada” porque siempre se la pasa con la novia. Comienzan los amigos a notar ciertos cambios en la conducta del chico: ya no quiere ir a jugar futbol con ellos, ya no le gusta participar en las actividades culturales que solìa practicar, comienza a alejarse de su cìrculo de amigos, ello a la par que con el paso del tiempo comienzan a notar que la actitud de la muchacha hacia el joven es algo prepotente, quizàs dèspota o caprichosa. Lo mismo comienza a notar la familia, quien preocupados por su bienestar le preguntan a èste muchacho què es lo que le pasa o por què anda tan retraìdo, pues quizàs sus calificaciones han comenzado a bajar. Èl les dice a todos, familia o amigos, que no le pasa nada y que no se metan con el, que todo està bien y si le hacen algún comentario en relaciòn con la forma en que la novia lo estaà tratando èl se molesta y grita que lo dejen en paz, que èl la ama y que ella tambièn a èl. Para ello, no es de dudarse que la novia de èste muchacho lo cele excesivamente o que lo amenace con dejarlo y buscarse otro si lo llama por telèfono a las once de la noche dicièndole que necesita verlo y èl se niega en un primer momento a ir dada la hora por lo que ella quizàs le harà un berrinche por telèfono diciendole que si en verdad la ama harà por ella lo que sea… Y el joven en cuestión terminarà acudiendo a la casa de su novia aùn a escondidas de sus padres, para que a la mera hora ese “problema urgente” por el cual la muchacha necesitaba verlo no sea mas que una estupidez, una babosada.


Con èstos protagonistas ficticios puede suceder tambièn que si el chico tiene la osadìa de decirle a su novia que lo estàn invitando sus amigos a una excursión al Popocatèpetil, ella le haga un sùper berrinche dicièndole que si se va de su lado ese fin de semana “se va a matar” o se va a conseguir otro que no la abandone “inmisericordemente” como èl pretende hacerlo… Quizàs hasta le suelte ella a èl dos o tres cachetadas, por “desalmado y cruel” y èl se quedarà con un sentimiento de culpa tremendo por haberla hecho sufrir de èsta manera. Asì las cosas, el chico opta por comunicar a sus cuates que no los podrà acompañar al tan ansiado viaje y ellos sabran inmediatamente la razòn y sabràn tambièn que, por mas que intenten convencerlo de lo contrario y de que no se deje manipular y chantajear por la novia todo intento de convencerlo para ir con ellos… serà inútil.


Esta situación que me acabo de inventar en èste momento es algo que no solo es producto de mi imaginación. No es ficciòn. Es algo real, es una situación que cada vez mas sucede en nuestro medio muchas veces acompañada de situaciones de maltratos fìsicos de la chica hacia el joven: golpes, arañazos, insultos, humillaciones y chantajes emocionales… Sin embargo ¿se le da acaso la misma difusión cuando el sujeto pasivo de èstas situaciones es el hombre? No es ficciòn, es algo verdadero, YO LO VIVÌ, y lo digo sin pena alguna, lo digo con el deseo ferviente que nace dentro de mì esperando sinceramente que los hombres que viven el flagelo de la violencia de pareja puedan comprender algo de lo que quiero compartir con èste espacio. Esto es lo que busco, saber que puedo ayudar a otros serà mi mejor recompensa al esfuerzo y al tiempo que me toma escribir èsto.

El siguiente video nos muestra un ejemplo de la crudeza de èsta vivencia para nosotros. No es ficciòn, sucede con una frecuencia que quizàs ni siquiera imaginemos



¿Por què los hombres que padecemos violencia de parte de nuestra pareja (sea emocional, fìsica, psicològica o de cualquier ìndole) la soportamos o la toleramos? ¿Por què no nos quitamos ese flagelo de encima desde el primer momento? O mejor aùn ¿por què atraemos a personas que ejercen violencia? La respuesta es la falta de amor a nosotros mismos. Si hemos crecido bajo la idea de que somos tontos, de que no merecemos algo mejor, si tuvimos un padre o una madre que nos tachò de inútiles y nunca nos permitieron afrontar retos, eso es lo que atraemos: alguien que siempre nos recuerde la idea que tenemos de nosotros mismos. Y mientras esa idea no cambie dentro de nosotros, nosotros mismos somos responsables de lo que nos sucede.


Aunque es conocido, porque no es ningún secreto, que la violencia hacia el hombre por parte de la pareja existe y bastante, nuestra sociedad parece desdeñarlo; parece ser indiferente, parece ser que sigue consideràndose a la mujer como la parte dèbil de la relaciòn de pareja. Solo veamos algunos ejemplos pràcticos: si el hombre acude ante las instancias correspondientes a denunciar un hecho de violencia fìsica por parte de su pareja, es comùn que enfrente una o varias de las siguientes cosas:


- El Agente del Ministerio Pùblico lo ve con una sonrisa burlona… Si pudièramos leer su mente o si saliera de su cabeza una nubecita como la de las caricaturas como cuando el personaje està pensando, quizàs verìamos: “no inventes, ya parece que voy a creer que dice que le pega su vieja, marica èste”


- Las burlas de los amigos: “pues ya ponte los pantalones wey”


- La incredulidad de la familia de la esposa o la novia


- La incredulidad de su propia familia. Sì, ASÌ TAMBIÈN SUCEDE!!! A mì me sucediò, se sale regañado porque “no es posible que tu esposa sea capaz de èso que dices, seguramente algo le hiciste”


- El posible despido de su trabajo porque los jefes (si es que se anima a contarles la historia) lo van a considerar como una persona dèbil, no apta para el “puesto tan importante” que desempeña.


- La indiferencia de las amigas de la pareja, quienes inmediatamente cierran filas en torno a aquella para darle su apoyo contra la “calumnia” que el novio o esposo ha inventado hacia ella. Y de pilòn hasta le dejan de hablar al sujeto. Ah, y si hay hijos de por medio el reclamo es para el novio o esposo, para regañarlo dicièndole que “Fulana no està sola, nos tiene a nosotras porque ella no es como tu dices porque nosotros vemos que es una madre excelente y amorosa”


Podrìamos decir que la violencia del hombre hacia la mujer es mas comùn que en el caso contrario; basta pararse por un rato en una oficina de la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia (a la cual yo en alguna ocasión tuve que acudir) y ver que de cada cuatro personas aproximadamente que solicitan atención por conflictos matrimoniales, tres son mujeres. Pero ¿es en verdad màs comùn que la mujer sea el sujeto pasivo de la violencia de pareja? ¿O es solo que el hombre aùn no se anima a denunciar o a pedir ayuda? Si los hombres que padecen èste flagelo, si los hombres que sufren en silencio la violencia por parte de sus novias, concubinas o esposas se animaran a pedir ayuda ¿no se igualarìa acaso la misma proporción? ¿Por què no existe una institución gubernamental o privada que apoye al “hombre maltratado” como las hay para las mujeres? En Mèxico tenemos un Instituto Nacional de las Mujeres y en algunos Estados de la Repùblica los hay similares, tanto pùblicos como privados, tanto municipales, estatales y regionales. ¿Por què nadie ha pensado en constituir uno que sirva de apoyo al hombre que padece violencia?


Otro factor que incide en la cifra negra de hombres que prefieren callar la situación de maltrato que padecen por parte de sus parejas es, lo reconozco, que los varones por naturaleza no somos muy sentimentales; el hombre es mas objetivo, mas frìo y desgraciadamente, en cierta forma insensible. Por eso cuando alguien se anima a contarle a sus amigos el infierno en el que vive suele recibir burlas de parte de èstos, lo cual evidentemente lo desanima y opta por quedarse callado. Pero precisamente eso es lo que debemos de cambiar. No todos son asì. Gracias a Dios yo recibì mucho apoyo de amigos hombres que me confortaron y me escucharon con todo respeto y es lo que pretendo con èste espacio. Y esa caracterìstica es lo que en mucho nos distingue de las mujeres: ellas suelen ser muy solidarias entre sì de manera que si se enteran que una amiga tiene problemas con el marido o el novio inmediatamente le prestan su apoyo y la confortan. ¿Por què no podemos lograr nosotros eso? Es tiempo de ser ya lo suficientemente maduros y dar algo de nosotros, con todo el respeto que quien padece èstas situaciones merece como ser humano.


Me consta que la sociedad es muy dura cuando se trata de juzgar los actos del hombre. La mujer tiene la gran ventaja de que ante la sociedad es la parte dèbil, inclusive las leyes en nuestro paìs permiten ejercer ese sentimiento de tutela, lo cual tiene su razòn de ser precisamente en èste estereotipo de debilidad. Un ejemplo de èsto lo podemos hallar en el artìculo 261 del Còdigo de Procedimientos Civiles del Estado de Querètaro, que si bien es cierto habla de “cualquiera de los cónyuges”, en la pràctica forense es comùn que los supuestos previstos en este dispositivo legal suelen aplicarse mas benévolamente hacia la mujer que hacia el hombre. Por ejemplo, el inciso c) de la fracciòn VIII del citado precepto legal establece lo siguiente:


“Artículo 261. Al admitirse la demanda de divorcio o antes si hubiere urgencia, el juez proveerá provisionalmente y sólo mientras dure el juicio, lo siguiente:


VIII. En los casos en que el juez lo considere pertinente, de conformidad con los hechos expuestos, las causales invocadas en la demanda, las pruebas hasta ese momento exhibidas y con el fin de salvaguardar la integridad y seguridad de los interesados, tratándose de violencia familiar, podrán decretarse las siguientes medidas:

...

c) Prohibir al cónyuge agresor acudir a lugares determinados, tal como el domicilio, el lugar donde trabajen o estudien los agraviados, entre otros.”


Se autoriza al juzgador de lo familiar o al que resulte competente en tèrminos legales, a dictar la medida a que se refiere el precepto transcrito. Como abogados sabemos que en materia del Derecho de Familia existen situaciones para las cuales se deben tomar decisiones y medidas que no admiten demora porque puede existir riesgo grave de peligro para las personas que en el Derecho de Familia tienen un interès superior que debe ser tutelado por el Estado debido a su misma condiciòn de desventaja, es decir, los menores e incapacitados. Estos sujetos son el centro del Derecho de Familia y para protegerles la ley otorga a los juzgadores facultades como las que se desprenden del precepto transcrito. Pues bien, en la pràctica es muy comùn que, cuando la demandante es la mujer suele decretarse por el Juez la restricción en contra del marido para que se abstenga de acercarse al domicilio donde aquella vive con sus hijos o al centro de trabajo o la escuela de ambos, respectivamente y ello suele concederse bastando que en la demanda la mujer exprese que existe riesgo grave de que el esposo se los lleve de la ciudad “porque varias veces la ha amenazado con hacerlo” sin necesidad de aportar prueba alguna de ello. Pero si quien solicita la medida en cuestión es el hombre (lo cual no cabe duda que suele ser raro) ahì cambia la situación, ya que a èste se le condiciona su otorgamiento a que ofrezca pruebas idòneas de que es un riesgo para los hijos que la madre se les acerque; entonces, si quien solicita la medida es el hombre, los jueces suelen fundarse en la parte del precepto que dice: “…las causales invocadas en la demanda, las pruebas hasta ese momento exhibidas…”, para requerir al interesado que ofrezca pruebas, lo cual en gran nùmero de casos es prácticamente imposible porque en gran nùmero de conflictos legales relacionados con el Derecho De Familia las situaciones que sufren las partes y/o los hijos se dan sin testigos de por medio; se dan al interior del núcleo familiar o del domicilio conyugal; esto hace que el hombre quede en estado de indefensiòn, de desamparo y que su derecho a pedir las medidas cautelares que marca la ley sea vuelva nugatorio, al no contar muchas veces con pruebas directas que justifiquen que se le conceda, por ejemplo, la medida prevista en el precepto transcrito. Y es que la misma ley considera a la madre como la mas idònea para encargarse de la custodia provisional de los hijos, como lo establece la fracciòn V del mismo artìculo 261:


“V. Poner a los hijos al cuidado de la persona que de común acuerdo hubieren designado los cónyuges, pudiendo ser uno de éstos. En defecto de este acuerdo, el juez resolverá lo conducente, tomando en cuenta las circunstancias específicas, posibilidades y capacidades del padre, la madre o de la persona que conforme al interés superior de los hijos sea más conveniente para éstos, con la obligación del que tiene la custodia de permitir la convivencia con el otro progenitor o progenitores, si es el caso. Salvo que exista peligro para el normal desarrollo de los hijos, los menores de doce años deberán quedar provisionalmente al cuidado de la madre”


No niego que, desde el punto de vista emocional, biològico y psicològico, generalmente es la madre la persona mas idònea para quedar a cargo de los hijos durante un juicio de divorcio; la madre es quien por sus caracterìsticas es la mas adecuada para encargarse de la crianza de sus hijos pequeños dado que el amor de una madre es ùnico y excepcional y la sensibilidad natural de la mujer abre sus instintos para que el cuidado de su hijo sea como el de una leona hacia sus crìas, lo digo porque la vida me dio una madre que es capaz de dar un amor incondicional, sin barreras y dispuesto a todo; sin embargo, desgraciadamente hay excepciones a èsta regla, excepciones que desafortunadamente en muchas ocasiones no es posible probarlas con pruebas directas y que conforman situaciones de verdadero peligro para los hijos y es cuando el padre desesperado solo tiene que conformarse con la esperanza de lograr algún dìa obtener la custodia de sus hijos rogando a todos los cielos que esten bien. Y el padre, queda nuevamente en desventaja, pues los jueces suelen ser sumamente estrictos en sus exigencias de prueba al padre varòn, cuando èl mismo pudo ser vìctima de violencia por parte de su esposa o pareja, esa violencia que quizàs sea uno de los motivos del conflicto que las partes estèn enfrentando en los tribunales.


Por otra parte, en relaciòn con el cìrculo social de la pareja protagonista de èsta violencia femenil, quizàs feliz ante los ojos de los demàs, el hombre enfrenta tambièn un verdadero desafìo, un proceso del cual no queda mas opciòn que buscar la forma de salir airoso y con la cabeza en alto si es que no quiere perder la cordura y su estima propia y su dignidad como ser humano. Habemos hombres, como yo mismo y tantos mas que con seguridad existen en el mundo, que buscamos de alguna forma a lo largo de nuestro matrimonio o de nuestra vida en comùn, siempre procurar una soluciòn pacìfica a los conflictos. Cuando nuestra pareja es incapaz de controlar su carácter y explota en ira desbordada usualmente nos invade un sentimiento de culpa, un sentimiento de culpa que nos hace creer (inducidos por nuestro ego y motivado por nuestra falta de amor a nosotros mismos) que si nuestra pareja se comporta en forma irascible o violenta hacia nosotros es porque nosotros tenemos la culpa… “Tiene razòn, es que yo soy demasiado distraìdo, ¿còmo no quiero que se enoje y me regañe de la forma en que lo hace?”, solìa pensar yo. Y cuando se daba un solo dìa sin que mi pareja me denostara con palabras que lastiman mucho màs que los golpes o la tortura fìsica mas cruel, yo solìa dar gracias a Dios porque no habìa provocado su enojo hacia mì. Pero, cuando la situación recrudece cada dìa màs y uno como hombre no puede mas, cuando llega el momento en que la paciencia y la rabia, la impotencia, la tristeza y la frustración alcanzan su clìmax, es prácticamente inevitable algo que solo era cuestión de tiempo: la salida del marido, novio o concubino del domicilio comùn, algo que en mi caso fue una experiencia verdaderamente lastimera, pues cuando se llega a la necesidad de tomar tal decisión todas las cosas de nuestra vida en pareja se suceden dentro de nuestra cabeza, tal como dicen que ocurre a quien està a punto de morir… ¡¡Cuàntos sueños, cuàntas ilusiones, cuàntos proyectos en comùn que habìan sido prospectados en pareja, pasan por nuestra cabeza en èste preciso momento!! Y sin embargo, salvo contadas excepciones, es en ese momento cuando todas aquellas personas en las que uno confiaba por amistad, le dan a uno la espalda. Y la razòn no es otra sino la siguiente, aùn cuando no se nos diga expresamente: ante los ojos de la generalidad es la mujer quien queda en desamparo, es la mujer quien muchas veces aparece ante el pùblico como agraviada a causa de ese “abandono” del domicilio conyugal; pues reitero, queràmoslo o no, de una u otra manera, en mayor o menor medida, es la fèmina quien suele ser considerada la parte “dèbil” del binomio hombre – mujer, porque a fin de cuentas los demàs suelen considerar que “la dejò botada con dos hijos, a su suerte y ni siquiera les pasa pensiòn”, aunque no sea asì, aunque los motivos que hubo para ello sean muy distintos de lo que las lenguas viperinas suelen creer y murmurar.


Por otra parte, en cuestiones legales, no desconozco que suele ser el hombre quien se tiene que ver, a final de cuentas, precisado a salir del domicilio conyugal cuando el ambiente de pareja le es adverso, porque el hombre que sufre violencia termina vièndose orillado a dejar el domicilio conyugal o comùn con tal de dejar de padecerlo. Y nuevamente, es mucho mas comùn que los jueces ordenen como medida cautelar la salida del varòn del domicilio conyugal, mas no al revès, pues cuando el hombre es quien lo solicita suele exigìrsele la aportación de medios de prueba que justifiquen la necesidad de la medida o, en el mejor de los casos, que proporcione a la mujer que debe salir del domicilio un techo dònde vivir.


¿Cuàl es la razòn de fondo de tales distinciones? ¿Es acaso el hombre quien ahora debe emprender su propia lucha por la igualdad de gèneros? Si la mujer ha peleado durante años por que deje de consideràrsele un ser dèbil o inferior ¿Por què la sociedad insiste en darle ese papel? Quizàs en el fondo se trata de un sentimiento paternalista, semejante al que imperaba en otras èpocas. Y conste que no estoy justificando totalmente al varòn, pues los hay que vulneran y violentan a la mujer en forma totalmente inhumana y cruel, solo digo que la sociedad suele juzgar ìmpidamente a los hombres como si nosotros no fuèsemos susceptibles de ser sujetos pasivos de èste mal social que se llama violencia famliar.

EL CONFLICTO INTERNO. ¿QUÈ ES LO QUE PASA POR NUESTRA CABEZA?

El hombre que es objeto de maltrato por parte de su pareja se ve acosado por un sinfín de pensamientos de toda ìndole; entran en juego sus valores personales, entra en conflicto sus paradigmas personales con lo que su conciencia le dicta que debe hacer y si no se comprende lo que quiero decir, lo expongo a continuación.


Regularmente el maltrato tiene un comienzo. Cuando se inicia una relaciòn de pareja, la mente y el cuerpo se preparan para vivir lo que es una novedad. Todo al inicio se encuentra en su clìmax, es decir, la sensación de enamoramiento, la atracción fìsica, la atracción sexual y la admiración por ese ser que ha entrado en nuestra vida recientemente se encuentran en su màxima expresión debido a que los individuos se encuentran en una etapa inicial, de novedad, de ànimo y de alegrìa por esa relaciòn de pareja que inicia con grandes expectativas y sueños. Tanto al hombre como a la mujer les sucede que al principio de una relaciòn de pareja tendemos a idealizar al otro y esa idealización se da precisamente porque estamos viviendo una novedad, màxime si esa persona entrò a nuestra vida en un momento especialmente critico para uno. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, la sensación de euforia que al principio sentimos va disminuyendo, lo que es normal desde el punto de vista psicològico e incluso fisiològico. ¿Por què? Los sexòlogos saben que cuando se inicia una relaciòn de pareja nuestro organismo eleva sus niveles hormonales como una forma de acondicionarse a la vivencia de la nueva experiencia, los cuales, con el tiempo y una vez que la relaciòn de pareja se va estabilizando, comienzan a disminuir, y a èsto se suma el factor “rutina”, ya que con el tiempo en una relaciòn de pareja van comenzando a tomar mas importancia otras cosas derivadas de la vida cotidiana como lo son los gastos de la casa, el trabajo, los compromisos personales de cada uno, los hijos en su caso, etc., de manera que inclusive la euforia sexual disminuye; por eso es comùn que muchas parejas disminuyan su actividad sexual con el transcurso del tiempo. ¿Còmo mantener encendida la llama de la pasiòn, del amor y de la amistad en pareja? Eso es cuestión precisamente de cada pareja, es asunto y responsabilidad de cada pareja mantener viva esa llama si es que se tiene amor recìproco y para ello hay muchas formas. Pero ello no forma parte del el tema de èste blog, sino lo que viene a continuaciòn.


He mencionado todo èsto porque dentro de esa cotidianidad que paulatinamente se va dando en la relaciòn de pareja, sea que vivan juntos o no, una vez que disminuye el sentimiento de euforia comienza a surgir el yo verdadero. Paulatinamente comenzamos a conocer diversos aspectos de nuestra pareja que por razones obvias al principio no notamos. No me refiero en el aspecto negativo, me refiero tanto a aspectos positivos como negativos, me refiero tanto a aspectos que hacen que dìa nos encante mas nuestra pareja como a sus defectos como ser humano. Sin embargo, como inconscientemente tendemos a atraer a nuestra vida a personas “acordes” con nuestros patrones mentales, si èstos son negativos poco a poco comenzamos a percibir en nuestra pareja sus manifestaciones negativas, acordes a nuestro subconsciente: NO A NUESTRA PARTE CONSCIENTE.


Asì es, a medida que avanza el tiempo y que se va conociendo mejor a nuestra pareja, comenzamos a notar ciertas cosas o detalles que, aunque conscientemente nos hacen sentir incòmodos, nuestro EGO, nuestro inconsciente las tolera. Esto significa que cuando nuestra pareja comienza a mostrar rasgos de agresividad y faltas de respeto hacia nosotros, uno como hombre comienza a ser indulgente y tolerante, bajo la creencia de que “bueno, asì es ella, no la puedo cambiar, lo importante es que nos queremos” y aunque nuestra pareja con ello nos haga sentir incòmodos, lo toleramos bajo esa premisa y bajo el miedo, en el fondo, de que si nos enojamos o reclamamos, nos terminen y nos dejen, TAL Y COMO LES PASA A LAS MUJERES QUE COMIENZAN A SUFRIR VIOLENCIA DE SU PAREJA.


Cada uno de nosotros, cada ser humano, inconscientemente busca en la vida lo que le es afìn. Si un hombre tiene insertos en su subconsciente patrones mentales negativos acerca de sì mismo generados de las experiencias de su infancia por sus padres, familiares, entorno social, etc., forzosamente buscarà a alguien que llene su necesidad inconsciente de fomentar sus patrones negativos. Asì, un hombre que se cree feo, que viviò una infancia de maltrato emocional por su padre quien siempre le decìa que “eres un pendejo, un inútil, nunca puedes hacer nada bien” crecerà bajo la premisa mental de que “es feo, es un pendejo, un inútil y que nunca puede hacer nada bien” y buscarà una pareja que llene su necesidad de ser maltratado, AUNQUE SU PARTE CONSCIENTE DIGA QUE QUIERE SER FELIZ Y ENCONTRAR UNA PAREJA QUE LO RESPETE. Asì las cosas, tenderà a encontrar una pareja con patrones mentales compatibles; por ejemplo, una mujer que viviò una infancia llena de experiencias y vivencias de maltrato, exagerada inflexibilidad y/o machismo por parte de su padre hacia ella y/o hacia su madre crecerà con el patròn mental subconsciente de que “los hombres son unoa desgraciados y estùpidos y hay que hacerles pagar con la misma moneda a los malditos”, de manera que èste hombre y èsta mujer son el “clic” ideal entre sì: uno que busca satisfacer su necesidad inconsciente de ser maltratado y otra que busca satisfacer su necesidad inconsciente de maltratar. IGUAL QUE COMO LES SUCEDE A LAS MUJERES QUE SUFREN VIOLENCIA.


Cuando nuestra pareja nos falta al respeto verbalmente por primera vez, por ejemplo con un simple: “me lleva la chingada contigo”, COSA QUE JAMÀS HABÌA HECHO HASTA ESE MOMENTO, nos sorprendemos. Sin embargo lo toleramos y no le damos importancia, màxime si pasado un rato nuestra mujer se nos acerca y nos dice “¿me perdonas? No lo vuelvo a hacer, se que te hice sentir mal pero es que me desesperè”, desde luego que perdonamos porque amamos a esa persona. Pero igual que como sucede a las mujeres, esas manifestaciones verbales incòmodas poco a poco van tomando mayor frecuencia y mayor tono, de manera que llega un momento en que, por el mas mìnimo detalle que en otra persona no causarìa mayor impacto, nuestra mujer se nos abalanza a groserìas y, en algunas veces hasta a golpes. Sì, tambièn nos sucede, llega el momento en que para esa mujer ya es cotidiano y normal dirigirse con groserìas y palabras hirientes a su pareja; llega el momento en que las disculpas ya ni existen. Y es que cuando la mujer es la que agrede al varòn, el maltrato mas usual por parte de ella es el psicològico o emocional, en tanto que en el caso contrario, es decir, del hombre hacia la mujer, el mas comùn es el fìsico o el econòmico.


En efecto, la mujer tiende a agredirnos y a ser violenta MÀS CON PALABRAS que con golpes; en mi caso fueron comunes las malas palabras, los gritos, las expresiones denostativas tal como lo hacìa mi padre, incluso con sus mismas palabras. “Eres un pendejo, me lleva la chingada contigo, eres un pinche inútil, me tienes hasta la madre cabròn”, fueron en mi caso las expresiones mas frecuentes usadas por mi esposa hacia mi persona. El hecho de que la mujer sea mas usuaria de la violencia verbal y psicològica es lo que hace sumamente difícil para el varòn denunciar, pues ¿còmo acreditamos todo eso, si usualmente sucede al interior de la casa conyugal y sin que haya presente nadie mas? No queda la gran mayorìa de las veces otro remedio para el hombre en èsta situación que sentarse a sufrir su pena en silencio y sentirse culpable por haberla hecho enojar, pues si se presenta a alguna institución de Asistencia Familiar o a presentar alguna denuncia ante el Ministerio Pùblico por Violencia Intrafamiliar le van a decir que “se tranquilice y se vaya a su casa”, amèn de la mirada incrèdula y/o burlona de la autoridad en turno, a lo que ya me referì mas arriba. En cambio, como el hombre suele ser violento fìsicamente, la mujer tiene la “ventaja”, por llamarle de algún modo, de estar en mayor probabilidad de probar la violencia de que ha sido objeto por parte de su esposo y ello es uno de los factores que hace mas comùn y mas difundida la violencia familiar por parte del varòn. O bien, la violencia econòmica es mas fàcil de acreditar con la sola aseveraciòn ante la autoridad competente por parte de la mujer de que el hombre ha sido omiso en darle alimentos junto con una constancia judicial de no depòsito de pensiòn alimenticia, lo que constituye otra ventaja a favor del sexo femenino.


Ante esa dificultad uno no tiene mas remedio que callar, sufrir en silencio… y no estoy exagerando ni pretendo ponerme melodramàtico, SÌ, SE SUFRE EN SILENCIO, y hoy me atrevo a decirlo sin pena, NOSOTROS TAMBIÈN SUFRIMOS POR ESO y reconocerlo no nos hace menos hombres; al contrario, si lo reconocièramos y nos abrièramos podrìamos apoyarnos los unos a los otros COMO LO HACEN LAS MUJERES ENTRE SÌ; sin embargo ¿què pasa? Que si nosotros hicièramos eso, los “amigos”, los compañeros de trabajo, los vecinos, la sociedad, nos tacha de “putos” y/o “chillones”. ¿Qué justifica eso? ¿Con què derecho lo hacen?


La mujer suele ser violenta, màs verbal y psicológicamente, que en forma fìsica. Yo lleguè al extremo de padecer gritos y malas palabras por cualquier detalle por màs ìnfimo que parezca. Varias ocasiones en que iba en mi automóvil con mi esposa en que nos encontràbamos buscando alguna calle o algún domicilio, a veces me sucedìa que me pasaba de la calle o que me equivocaba de calle en la que debìa meterme; eso ocasionaba que la señora me insultara a gritos. “Pero ¡còmo eres pendejo, con una chingada! Ora vamos a dar pinches vueltas y vueltas cabròn ¿que no te estàs fijando? ¿Eres pendejo o què?”. Pero no tenìa la culpa ella, sino yo, por tolerarlo. Pero ¿por què lo toleraba? La razòn son mis patrones negativos. Yo crecì bajo la patria potestad de un padre que, como todo ser humano, tenìa defectos y virtudes. Se, lo reconozco, que tenìa grandes virtudes, pero tambièn grandes defectos y uno de ellos fue la intolerancia y el maltrato verbal y psicològico hacia mì… Y yo crecì bajo los patrones mentales cuyo complemento encontrè en mi esposa: una mujer criada bajo un ambiente paternal estrictamente disciplinario, inflexible, falto de expresiones de cariño y en el cual para colmo existiò una infidelidad de su padre hacia su madre. No fuimos otra cosa sino el “clic” ideal uno al otro: yo buscando saciar mi necesidad inconsciente de ser maltratado y ella buscando saciar su necesidad inconsciente de maltratar.


Son tantas las cosas que pasan por nuestra cabeza cuando vivimos una situación de violencia verbal y psicològica por parte de nuestra pareja. Nos pasa por la cabeza la idea de abandonar el hogar conyugal, pero la rechazamos por miedo, miedo al què va a decir mi familia, miedo a què van a decir los amigos, miedo a ser señalado como “el que abandonò a su esposa”; llega el momento en que nos gobierna el miedo; sucumbimos ante el terror de ser señalados y preferimos seguir soportando vejaciones, porque es màs còmodo. En efecto, cuando dejamos que nuestros patrones negativos nos dominen es màs còmodo tolerar la situación que enfrentarla; preferimos seguir soportando el maltrato y dejarnos llevar por lo que digan los demàs, antes que dar toda nuestra atención a “què es lo que digo yo mismo”. Y es màs còmodo porque nuestro subconsciente nos domina, la “voz del miedo” nos dice “mejor aguàntate, no tienes forma de rebelarte porque eres un inùtil”, aunque nuestra parte consciente, nuestra razòn nos diga que salgamos de ese circulo y de ese ambiente negativo preferimos aguantarnos por la falta de amor a nosotros mismos producto de nuestros patrones mentales negativos acerca de nosotros mismos, TAL Y COMO LES SUCEDE A LAS MUJERES QUE SUFREN VIOLENCIA POR PARTE DE SU PAREJA.


Y por màs que alguien, por lo general algún familiar, nos diga que nota algún indicio de lo que sucede, solemos negarlo, solemos desdecirlo por miedo, aunque estemos conscientes de que estamos viviendo un infierno. Nos dominan nuestros patrones mentales negativos. Llegò el momento en que yo solìa decir: “gracias Dios mìo, porque el dìa de hoy transcurriò sin que yo la hiciera enojar”.


Cuando la situación se vuelve ya a tan grado extremo grave puede llegar el momento en que ya no sea posible soportarla y nos vemos precisados a tomar una determinación: la de dejar el hogar conyugal. Yo lo hice bajo una carga de culpabilidad enorme, pues dejaba a una hija y desde luego no es nada fácil dejar su casa. ¡Cuàntas cosas pasan por nuestra cabeza en ese momento! Decìa arriba que es como si toda mi vida transcurriera en fracciones de segundo y es que efectivamente, comienza uno a ser señalado por las amistades o los conocidos como “el que abandonò a su esposa”. Comienza uno a experimentar el rechazo incluso de su propia familia, pues todos desconocen por lo regular todas las situaciones vividas, toda la violencia de que fuimos objetos. Yo en mi caso nunca dije nada a mi propia familia por miedo a que no me creyeran y porque simplemente pensaba que la “ropa sucia debe lavarse en casa”, con lo cual lo ùnico que hice fue acrecentar al infierno que vivìa, pues mi propia familia no creìa a mi esposa capaz de comportarse de la manera en que yo decìa dado que, aunque no era santo de su devociòn, jamàs habìan visto algo que les indicara que era una persona agresiva o neuròtica. ¡Pues claro que jamàs lo habìan visto, pues todas las situaciones sucedìan entre nosotros, rara vez en presencia de alguien mas y eso no tan graves! ¡Este es el gran obstáculo que enfrentamos los hombres: la incredulidad!

El siguiente video muestra testimonios al respecto, como podremos ver.



Nadie se ha percatado con la debida seriedad de que tambièn el varòn puede requerir ayuda psicològica; nadie ha tomado conciencia en serio de que las cifras de violencia hacia los hombres por parte de sus parejas son mas altas de lo que se cree o arrojen las estadìsticas precisamente por la barrera de incredulidad que los hombres en èsta situación enfrentan y ante la casi imposibilidad de probar las agresiones de que se es objeto. Si los hombres tuvièramos oportunidad de acreditarlo, estoy seguro que las estadìsticas subirìan un poco… Y digo un poco porque nuestra sociedad nos ha educado estùpidamente en el sentido de que los hombres “no lloramos” y el que se dice que “sufre” violencia es puto o mandilòn lo que ocasionarìa que muchos hombres continuaran sin buscar ayuda. Casi necesitaríamos que la mujer tambièn nos golpeara con frecuencia para poder tener con què quejarnos.