Nuestro Objetivo

Muchas ocasiones los hombres tambièn sufrimos el lastre de la violencia intrafamiliar por parte de nuestra pareja. Elevado nùmero de casos constituyen una cifra negra porque los hombres, por prejuicios que nos han sido inculcados a lo largo de generaciones, muchas veces no nos atrevemos a buscar ayuda por el què diràn o porque supuestamente los hombres no lloran. ¡Cuantas veces lo que buscamos es alguien con quien hablar de lo que nos sucede al respecto y no nos atrevemos por muchas razones! Nadie es el ùnico que lo puede vivir.

Nuestro objetivo que motiva èste espacio es dar apoyo y consejo a quien lo necesite. Los hombres tambièn somos susceptibles a padecer èste ml social y familiar y a travès de èste medio buscamos orientar y apoyar con informaciòn y experiencias valiosìsimas que te motiviaràn y ayudaràn a sentirte mejor.

¡BIENVENIDOS SEAN Y QUE DISFRUTEN ÈSTE ESPACIO!.

martes, 23 de febrero de 2010

¿ES REALMENTE IGUAL EL TRATO HACIA EL HOMBRE Y HACIA LA MUJER?

Entre los adolescentes es tìpico escuchar historias como èsta: dos chicos de dieciséis o diecisiete años de edad que van juntos a la misma escuela mantienen una relaciòn de noviazgo. El joven quiere muchìsimo a su novia y ella lo sabe; el se desvive por atenderla y tenerla contenta, con ese ímpetu que caracteriza al amor entre adolescentes, para quienes sobre todo la experiencia del primer amor representa un paso formidable, eso que los hace sentir “mariposas en el estòmago” y los hace ruborizarse con la experiencia del primer beso. Sin embargo los amigos del chico comienzan a ver con cierta molestia y resentimiento el hecho de que su cuate “ya no los pela para nada” porque siempre se la pasa con la novia. Comienzan los amigos a notar ciertos cambios en la conducta del chico: ya no quiere ir a jugar futbol con ellos, ya no le gusta participar en las actividades culturales que solìa practicar, comienza a alejarse de su cìrculo de amigos, ello a la par que con el paso del tiempo comienzan a notar que la actitud de la muchacha hacia el joven es algo prepotente, quizàs dèspota o caprichosa. Lo mismo comienza a notar la familia, quien preocupados por su bienestar le preguntan a èste muchacho què es lo que le pasa o por què anda tan retraìdo, pues quizàs sus calificaciones han comenzado a bajar. Èl les dice a todos, familia o amigos, que no le pasa nada y que no se metan con el, que todo està bien y si le hacen algún comentario en relaciòn con la forma en que la novia lo estaà tratando èl se molesta y grita que lo dejen en paz, que èl la ama y que ella tambièn a èl. Para ello, no es de dudarse que la novia de èste muchacho lo cele excesivamente o que lo amenace con dejarlo y buscarse otro si lo llama por telèfono a las once de la noche dicièndole que necesita verlo y èl se niega en un primer momento a ir dada la hora por lo que ella quizàs le harà un berrinche por telèfono diciendole que si en verdad la ama harà por ella lo que sea… Y el joven en cuestión terminarà acudiendo a la casa de su novia aùn a escondidas de sus padres, para que a la mera hora ese “problema urgente” por el cual la muchacha necesitaba verlo no sea mas que una estupidez, una babosada.


Con èstos protagonistas ficticios puede suceder tambièn que si el chico tiene la osadìa de decirle a su novia que lo estàn invitando sus amigos a una excursión al Popocatèpetil, ella le haga un sùper berrinche dicièndole que si se va de su lado ese fin de semana “se va a matar” o se va a conseguir otro que no la abandone “inmisericordemente” como èl pretende hacerlo… Quizàs hasta le suelte ella a èl dos o tres cachetadas, por “desalmado y cruel” y èl se quedarà con un sentimiento de culpa tremendo por haberla hecho sufrir de èsta manera. Asì las cosas, el chico opta por comunicar a sus cuates que no los podrà acompañar al tan ansiado viaje y ellos sabran inmediatamente la razòn y sabràn tambièn que, por mas que intenten convencerlo de lo contrario y de que no se deje manipular y chantajear por la novia todo intento de convencerlo para ir con ellos… serà inútil.


Esta situación que me acabo de inventar en èste momento es algo que no solo es producto de mi imaginación. No es ficciòn. Es algo real, es una situación que cada vez mas sucede en nuestro medio muchas veces acompañada de situaciones de maltratos fìsicos de la chica hacia el joven: golpes, arañazos, insultos, humillaciones y chantajes emocionales… Sin embargo ¿se le da acaso la misma difusión cuando el sujeto pasivo de èstas situaciones es el hombre? No es ficciòn, es algo verdadero, YO LO VIVÌ, y lo digo sin pena alguna, lo digo con el deseo ferviente que nace dentro de mì esperando sinceramente que los hombres que viven el flagelo de la violencia de pareja puedan comprender algo de lo que quiero compartir con èste espacio. Esto es lo que busco, saber que puedo ayudar a otros serà mi mejor recompensa al esfuerzo y al tiempo que me toma escribir èsto.

El siguiente video nos muestra un ejemplo de la crudeza de èsta vivencia para nosotros. No es ficciòn, sucede con una frecuencia que quizàs ni siquiera imaginemos



¿Por què los hombres que padecemos violencia de parte de nuestra pareja (sea emocional, fìsica, psicològica o de cualquier ìndole) la soportamos o la toleramos? ¿Por què no nos quitamos ese flagelo de encima desde el primer momento? O mejor aùn ¿por què atraemos a personas que ejercen violencia? La respuesta es la falta de amor a nosotros mismos. Si hemos crecido bajo la idea de que somos tontos, de que no merecemos algo mejor, si tuvimos un padre o una madre que nos tachò de inútiles y nunca nos permitieron afrontar retos, eso es lo que atraemos: alguien que siempre nos recuerde la idea que tenemos de nosotros mismos. Y mientras esa idea no cambie dentro de nosotros, nosotros mismos somos responsables de lo que nos sucede.


Aunque es conocido, porque no es ningún secreto, que la violencia hacia el hombre por parte de la pareja existe y bastante, nuestra sociedad parece desdeñarlo; parece ser indiferente, parece ser que sigue consideràndose a la mujer como la parte dèbil de la relaciòn de pareja. Solo veamos algunos ejemplos pràcticos: si el hombre acude ante las instancias correspondientes a denunciar un hecho de violencia fìsica por parte de su pareja, es comùn que enfrente una o varias de las siguientes cosas:


- El Agente del Ministerio Pùblico lo ve con una sonrisa burlona… Si pudièramos leer su mente o si saliera de su cabeza una nubecita como la de las caricaturas como cuando el personaje està pensando, quizàs verìamos: “no inventes, ya parece que voy a creer que dice que le pega su vieja, marica èste”


- Las burlas de los amigos: “pues ya ponte los pantalones wey”


- La incredulidad de la familia de la esposa o la novia


- La incredulidad de su propia familia. Sì, ASÌ TAMBIÈN SUCEDE!!! A mì me sucediò, se sale regañado porque “no es posible que tu esposa sea capaz de èso que dices, seguramente algo le hiciste”


- El posible despido de su trabajo porque los jefes (si es que se anima a contarles la historia) lo van a considerar como una persona dèbil, no apta para el “puesto tan importante” que desempeña.


- La indiferencia de las amigas de la pareja, quienes inmediatamente cierran filas en torno a aquella para darle su apoyo contra la “calumnia” que el novio o esposo ha inventado hacia ella. Y de pilòn hasta le dejan de hablar al sujeto. Ah, y si hay hijos de por medio el reclamo es para el novio o esposo, para regañarlo dicièndole que “Fulana no està sola, nos tiene a nosotras porque ella no es como tu dices porque nosotros vemos que es una madre excelente y amorosa”


Podrìamos decir que la violencia del hombre hacia la mujer es mas comùn que en el caso contrario; basta pararse por un rato en una oficina de la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia (a la cual yo en alguna ocasión tuve que acudir) y ver que de cada cuatro personas aproximadamente que solicitan atención por conflictos matrimoniales, tres son mujeres. Pero ¿es en verdad màs comùn que la mujer sea el sujeto pasivo de la violencia de pareja? ¿O es solo que el hombre aùn no se anima a denunciar o a pedir ayuda? Si los hombres que padecen èste flagelo, si los hombres que sufren en silencio la violencia por parte de sus novias, concubinas o esposas se animaran a pedir ayuda ¿no se igualarìa acaso la misma proporción? ¿Por què no existe una institución gubernamental o privada que apoye al “hombre maltratado” como las hay para las mujeres? En Mèxico tenemos un Instituto Nacional de las Mujeres y en algunos Estados de la Repùblica los hay similares, tanto pùblicos como privados, tanto municipales, estatales y regionales. ¿Por què nadie ha pensado en constituir uno que sirva de apoyo al hombre que padece violencia?


Otro factor que incide en la cifra negra de hombres que prefieren callar la situación de maltrato que padecen por parte de sus parejas es, lo reconozco, que los varones por naturaleza no somos muy sentimentales; el hombre es mas objetivo, mas frìo y desgraciadamente, en cierta forma insensible. Por eso cuando alguien se anima a contarle a sus amigos el infierno en el que vive suele recibir burlas de parte de èstos, lo cual evidentemente lo desanima y opta por quedarse callado. Pero precisamente eso es lo que debemos de cambiar. No todos son asì. Gracias a Dios yo recibì mucho apoyo de amigos hombres que me confortaron y me escucharon con todo respeto y es lo que pretendo con èste espacio. Y esa caracterìstica es lo que en mucho nos distingue de las mujeres: ellas suelen ser muy solidarias entre sì de manera que si se enteran que una amiga tiene problemas con el marido o el novio inmediatamente le prestan su apoyo y la confortan. ¿Por què no podemos lograr nosotros eso? Es tiempo de ser ya lo suficientemente maduros y dar algo de nosotros, con todo el respeto que quien padece èstas situaciones merece como ser humano.


Me consta que la sociedad es muy dura cuando se trata de juzgar los actos del hombre. La mujer tiene la gran ventaja de que ante la sociedad es la parte dèbil, inclusive las leyes en nuestro paìs permiten ejercer ese sentimiento de tutela, lo cual tiene su razòn de ser precisamente en èste estereotipo de debilidad. Un ejemplo de èsto lo podemos hallar en el artìculo 261 del Còdigo de Procedimientos Civiles del Estado de Querètaro, que si bien es cierto habla de “cualquiera de los cónyuges”, en la pràctica forense es comùn que los supuestos previstos en este dispositivo legal suelen aplicarse mas benévolamente hacia la mujer que hacia el hombre. Por ejemplo, el inciso c) de la fracciòn VIII del citado precepto legal establece lo siguiente:


“Artículo 261. Al admitirse la demanda de divorcio o antes si hubiere urgencia, el juez proveerá provisionalmente y sólo mientras dure el juicio, lo siguiente:


VIII. En los casos en que el juez lo considere pertinente, de conformidad con los hechos expuestos, las causales invocadas en la demanda, las pruebas hasta ese momento exhibidas y con el fin de salvaguardar la integridad y seguridad de los interesados, tratándose de violencia familiar, podrán decretarse las siguientes medidas:

...

c) Prohibir al cónyuge agresor acudir a lugares determinados, tal como el domicilio, el lugar donde trabajen o estudien los agraviados, entre otros.”


Se autoriza al juzgador de lo familiar o al que resulte competente en tèrminos legales, a dictar la medida a que se refiere el precepto transcrito. Como abogados sabemos que en materia del Derecho de Familia existen situaciones para las cuales se deben tomar decisiones y medidas que no admiten demora porque puede existir riesgo grave de peligro para las personas que en el Derecho de Familia tienen un interès superior que debe ser tutelado por el Estado debido a su misma condiciòn de desventaja, es decir, los menores e incapacitados. Estos sujetos son el centro del Derecho de Familia y para protegerles la ley otorga a los juzgadores facultades como las que se desprenden del precepto transcrito. Pues bien, en la pràctica es muy comùn que, cuando la demandante es la mujer suele decretarse por el Juez la restricción en contra del marido para que se abstenga de acercarse al domicilio donde aquella vive con sus hijos o al centro de trabajo o la escuela de ambos, respectivamente y ello suele concederse bastando que en la demanda la mujer exprese que existe riesgo grave de que el esposo se los lleve de la ciudad “porque varias veces la ha amenazado con hacerlo” sin necesidad de aportar prueba alguna de ello. Pero si quien solicita la medida en cuestión es el hombre (lo cual no cabe duda que suele ser raro) ahì cambia la situación, ya que a èste se le condiciona su otorgamiento a que ofrezca pruebas idòneas de que es un riesgo para los hijos que la madre se les acerque; entonces, si quien solicita la medida es el hombre, los jueces suelen fundarse en la parte del precepto que dice: “…las causales invocadas en la demanda, las pruebas hasta ese momento exhibidas…”, para requerir al interesado que ofrezca pruebas, lo cual en gran nùmero de casos es prácticamente imposible porque en gran nùmero de conflictos legales relacionados con el Derecho De Familia las situaciones que sufren las partes y/o los hijos se dan sin testigos de por medio; se dan al interior del núcleo familiar o del domicilio conyugal; esto hace que el hombre quede en estado de indefensiòn, de desamparo y que su derecho a pedir las medidas cautelares que marca la ley sea vuelva nugatorio, al no contar muchas veces con pruebas directas que justifiquen que se le conceda, por ejemplo, la medida prevista en el precepto transcrito. Y es que la misma ley considera a la madre como la mas idònea para encargarse de la custodia provisional de los hijos, como lo establece la fracciòn V del mismo artìculo 261:


“V. Poner a los hijos al cuidado de la persona que de común acuerdo hubieren designado los cónyuges, pudiendo ser uno de éstos. En defecto de este acuerdo, el juez resolverá lo conducente, tomando en cuenta las circunstancias específicas, posibilidades y capacidades del padre, la madre o de la persona que conforme al interés superior de los hijos sea más conveniente para éstos, con la obligación del que tiene la custodia de permitir la convivencia con el otro progenitor o progenitores, si es el caso. Salvo que exista peligro para el normal desarrollo de los hijos, los menores de doce años deberán quedar provisionalmente al cuidado de la madre”


No niego que, desde el punto de vista emocional, biològico y psicològico, generalmente es la madre la persona mas idònea para quedar a cargo de los hijos durante un juicio de divorcio; la madre es quien por sus caracterìsticas es la mas adecuada para encargarse de la crianza de sus hijos pequeños dado que el amor de una madre es ùnico y excepcional y la sensibilidad natural de la mujer abre sus instintos para que el cuidado de su hijo sea como el de una leona hacia sus crìas, lo digo porque la vida me dio una madre que es capaz de dar un amor incondicional, sin barreras y dispuesto a todo; sin embargo, desgraciadamente hay excepciones a èsta regla, excepciones que desafortunadamente en muchas ocasiones no es posible probarlas con pruebas directas y que conforman situaciones de verdadero peligro para los hijos y es cuando el padre desesperado solo tiene que conformarse con la esperanza de lograr algún dìa obtener la custodia de sus hijos rogando a todos los cielos que esten bien. Y el padre, queda nuevamente en desventaja, pues los jueces suelen ser sumamente estrictos en sus exigencias de prueba al padre varòn, cuando èl mismo pudo ser vìctima de violencia por parte de su esposa o pareja, esa violencia que quizàs sea uno de los motivos del conflicto que las partes estèn enfrentando en los tribunales.


Por otra parte, en relaciòn con el cìrculo social de la pareja protagonista de èsta violencia femenil, quizàs feliz ante los ojos de los demàs, el hombre enfrenta tambièn un verdadero desafìo, un proceso del cual no queda mas opciòn que buscar la forma de salir airoso y con la cabeza en alto si es que no quiere perder la cordura y su estima propia y su dignidad como ser humano. Habemos hombres, como yo mismo y tantos mas que con seguridad existen en el mundo, que buscamos de alguna forma a lo largo de nuestro matrimonio o de nuestra vida en comùn, siempre procurar una soluciòn pacìfica a los conflictos. Cuando nuestra pareja es incapaz de controlar su carácter y explota en ira desbordada usualmente nos invade un sentimiento de culpa, un sentimiento de culpa que nos hace creer (inducidos por nuestro ego y motivado por nuestra falta de amor a nosotros mismos) que si nuestra pareja se comporta en forma irascible o violenta hacia nosotros es porque nosotros tenemos la culpa… “Tiene razòn, es que yo soy demasiado distraìdo, ¿còmo no quiero que se enoje y me regañe de la forma en que lo hace?”, solìa pensar yo. Y cuando se daba un solo dìa sin que mi pareja me denostara con palabras que lastiman mucho màs que los golpes o la tortura fìsica mas cruel, yo solìa dar gracias a Dios porque no habìa provocado su enojo hacia mì. Pero, cuando la situación recrudece cada dìa màs y uno como hombre no puede mas, cuando llega el momento en que la paciencia y la rabia, la impotencia, la tristeza y la frustración alcanzan su clìmax, es prácticamente inevitable algo que solo era cuestión de tiempo: la salida del marido, novio o concubino del domicilio comùn, algo que en mi caso fue una experiencia verdaderamente lastimera, pues cuando se llega a la necesidad de tomar tal decisión todas las cosas de nuestra vida en pareja se suceden dentro de nuestra cabeza, tal como dicen que ocurre a quien està a punto de morir… ¡¡Cuàntos sueños, cuàntas ilusiones, cuàntos proyectos en comùn que habìan sido prospectados en pareja, pasan por nuestra cabeza en èste preciso momento!! Y sin embargo, salvo contadas excepciones, es en ese momento cuando todas aquellas personas en las que uno confiaba por amistad, le dan a uno la espalda. Y la razòn no es otra sino la siguiente, aùn cuando no se nos diga expresamente: ante los ojos de la generalidad es la mujer quien queda en desamparo, es la mujer quien muchas veces aparece ante el pùblico como agraviada a causa de ese “abandono” del domicilio conyugal; pues reitero, queràmoslo o no, de una u otra manera, en mayor o menor medida, es la fèmina quien suele ser considerada la parte “dèbil” del binomio hombre – mujer, porque a fin de cuentas los demàs suelen considerar que “la dejò botada con dos hijos, a su suerte y ni siquiera les pasa pensiòn”, aunque no sea asì, aunque los motivos que hubo para ello sean muy distintos de lo que las lenguas viperinas suelen creer y murmurar.


Por otra parte, en cuestiones legales, no desconozco que suele ser el hombre quien se tiene que ver, a final de cuentas, precisado a salir del domicilio conyugal cuando el ambiente de pareja le es adverso, porque el hombre que sufre violencia termina vièndose orillado a dejar el domicilio conyugal o comùn con tal de dejar de padecerlo. Y nuevamente, es mucho mas comùn que los jueces ordenen como medida cautelar la salida del varòn del domicilio conyugal, mas no al revès, pues cuando el hombre es quien lo solicita suele exigìrsele la aportación de medios de prueba que justifiquen la necesidad de la medida o, en el mejor de los casos, que proporcione a la mujer que debe salir del domicilio un techo dònde vivir.


¿Cuàl es la razòn de fondo de tales distinciones? ¿Es acaso el hombre quien ahora debe emprender su propia lucha por la igualdad de gèneros? Si la mujer ha peleado durante años por que deje de consideràrsele un ser dèbil o inferior ¿Por què la sociedad insiste en darle ese papel? Quizàs en el fondo se trata de un sentimiento paternalista, semejante al que imperaba en otras èpocas. Y conste que no estoy justificando totalmente al varòn, pues los hay que vulneran y violentan a la mujer en forma totalmente inhumana y cruel, solo digo que la sociedad suele juzgar ìmpidamente a los hombres como si nosotros no fuèsemos susceptibles de ser sujetos pasivos de èste mal social que se llama violencia famliar.

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