Nuestro Objetivo

Muchas ocasiones los hombres tambièn sufrimos el lastre de la violencia intrafamiliar por parte de nuestra pareja. Elevado nùmero de casos constituyen una cifra negra porque los hombres, por prejuicios que nos han sido inculcados a lo largo de generaciones, muchas veces no nos atrevemos a buscar ayuda por el què diràn o porque supuestamente los hombres no lloran. ¡Cuantas veces lo que buscamos es alguien con quien hablar de lo que nos sucede al respecto y no nos atrevemos por muchas razones! Nadie es el ùnico que lo puede vivir.

Nuestro objetivo que motiva èste espacio es dar apoyo y consejo a quien lo necesite. Los hombres tambièn somos susceptibles a padecer èste ml social y familiar y a travès de èste medio buscamos orientar y apoyar con informaciòn y experiencias valiosìsimas que te motiviaràn y ayudaràn a sentirte mejor.

¡BIENVENIDOS SEAN Y QUE DISFRUTEN ÈSTE ESPACIO!.

martes, 23 de febrero de 2010

¿POR QUÈ LA MUJER AGREDE AL HOMBRE?

El hombre ha quedado en desventaja. La ley y la sociedad consideran que la mujer es la parte dèbil de la relaciòn de pareja, idea que tiene sus cimientos en la ideología que existiò marcadamente respecto al papel de la mujer respecto al hombre y de la cual ya he hablado ampliamente. Tradicionalmente, la mujer ha sido “el sexo dèbil”, asì lo escuchaba yo cuando era pequeño. No, no lo es; reconozco y admiro que la mujer es en muchìsimos aspectos mas fuerte que el hombre; es mas, la naturaleza es tan sabia que por esa razòn diseñò a la mujer para que ella fuera quien diera a luz a los hijos, porque los fisiòlogos, mèdicos y psicòlogos saben bien que los niveles de dolor en el parto son quizàs los mas altos que pueden sentirse en toda la vida y està demostrado científicamente que la mujer es mas resistente al dolor fìsico que el hombre. Sin embargo, eso tampoco hace a la mujer màs que al hombre. Considero que cada sexo tiene sus aptitudes, caracterìsticas, potencialidades y fortalezas propias las cuales se complementan entre sì, de modo que los sexos NO SE EXCLUYEN, mas bien se atraen y por eso se complementan, aunque no hayan faltado feministas radicales que consideren al hombre como “cosa de poca monta”, en aras de “liberarse del yugo del hombre”. Pero, nos guste o no, esa fortaleza de la mujer y todas sus aptitudes son lo que le ha permitido destacar en muchos aspectos al parejo que el varòn.

Solo que hay un detalle: a veces se llega a excesos. A veces la mujer se convierte en la “macha mexicana” de la relaciòn de pareja. A veces es la mujer quien violenta, fìsica, emocional, psicològica y por què no decirlo, tambièn sexualmente, al varòn. Sì, asì es, el varòn tambièn se ha convertido hoy dìa en el sujeto pasivo de la violencia de pareja o familiar.

¿Por què la mujer puede convertirse en sujeto activo de la violencia hacia la pareja? Todo comportamiento tiene un origen. La forma en que actuamos, la forma en que nos expresamos, la forma en que dirigimos nuestras relaciones con los demàs està basada en los patrones mentales que nos son inculcados desde niños. Las experiencias de nuestra primera infancia son determinantes para lo que seremos de adultos. Todos nuestros pensamientos se reflejan hacia el exterior. Somos lo que pensamos y pensamos lo que nos inculcaron; esos patrones rigen nuestra conducta de adultos y sin darnos cuenta tendemos a repetir los patrones que aprendimos de nuestros padres y familia.

Los psicòlogos saben que la persona violenta es, en el fondo, insegura. Lo mismo podemos decir de la persona que es soberbia. Estas personas requieren esa màscara de dureza para tapar ante el mundo la inseguridad que sienten. En el fondo son como unos ratoncitos asustados, temerosos de que el cruel gato los descubra en cualquier momento y se abalance inmisericordemente sobre ellos. El perfil psicològico de un hombre que ejerce violencia hacia su mujer asì lo establece en la mayorìa de los casos: dentro de esa bestia inmisericorde solemos encontrar a un niño que durante su infancia fue maltratado por sus padres, golpeado, violado o despreciado, un niño que creciò bajo el patròn mental de que no merecìa nada bueno, de que no merecìa ser llamado ser humano, de que es malo, porque si su padre fue golpeador, pues obviamente el lo interpreta asì: “Si mi padre me golpea a mi o a mi mamà entonces eso asì es como se debe vivir”. Y no significa que de manera consciente èste niño haga ese razonamiento; quien lo hace no es su parte consciente sino su ego, su “vocecita interior” quien asì razona, su subconsciente. Y como a consecuencia de ese trato que la persona recibiò en su infancia èsta crece y se convierte en adulto sin valores humanos hacia sì mismo, obviamente no puede pensar en respetarse y amarse a sì mismo o que los demàs lo respeten o lo amen, y eso genera un sentimiento de soledad e inseguridad. Por esa razòn es que es mas fácil esconderse bajo una màscara de persona estricta o violenta, que reconocer su propia debilidad, cosa que el ego se encarga de sabotear en caso de que la parte consciente trate de razonar. El ego dice: “No le busques, tu no mereces nada bueno porque eres malo”. Y ese patròn mental es el que puede prevalecer para toda la vida.

No hay gran diferencia en el caso de la mujer, quien tambièn como todo ser humano asimila esos patrones mentales. Norma su comportamiento de conformidad con las experiencias sufridas o vividas desde la primera infancia, de la cual los primeros cinco años de vida son determinantes en el comportamiento de la persona. Y en muchas ocasiones, es el ego de la mujer lo que ejerce gran influencia en sus relaciones sociales y desde luego, con el sexo opuesto. El tema y la bandera de la lucha por la igualdad, de la dignidad de la mujer frente al hombre hace que ese ego, motivado muchas veces por prejuicios o ideologías surgidas de patrones mentales negativos puede llegar a ser desencadenante de actitudes de violencia hacia el hombre. ¿Por què razòn? En efecto, una mujer que viviò su infancia e inicio de su adolescencia maltratada por su padre o que presenciò situaciones de violencia intrafamiliar por parte de su padre hacia su madre crecerà y llegarà a la edad adulta bajo la inflexible promesa de: “jamàs ningún hombre me tratarà como lo hicieron con mi madre”. Esa es una aspiraciòn legìtima, totalmente vàlida; sin embargo, el problema deviene de la forma en que esa aspiraciòn se encauce. Si esa aspiraciòn està encauzada y basada en el amor a sì misma como persona, tendremos a una mujer que se valorarà a sì misma como persona humana digna de dar y recibir amor y respeto y por ende atraerà hacia sì a personas y a parejas compatibles con esa forma de ser, parejas con las que tendrà amplias posibilidades de crear una relaciòn sòlida, fuerte, tenaz, en la que ambos, hombre y mujer, gocen de libertad y confianza mutua. Pero, si esa aspiraciòn està basada en el sentimiento, muchas veces inconsciente, de que como mujer esa persona no es digna de ser amada y respetada dado el trato que recibiò durante su infancia, ello degenerarà casi sin duda alguna en una actitud de venganza hacia el sexo opuesto, de modo que en èste caso la actitud de “a mi ningún hombre me tratarà como lo hizo mi padre”, lo ùnico que generarà serà veneno, venganza y violencia. Es en èste caso cuando podemos vislumbrar a una persona insegura, una mujer que no se ama a sì misma porque no amarse a sì misma fue lo que aprendiò de sus padre, una mujer que creerà firmemente que los hombres son seres malignos y hay que chingarlos a ellos o ser màs duros que ellos, “antes de que te vean la cara de pendeja”, como se suele decir por muchas mujeres. Y esa inseguridad que deviene de la falta de amor a sì misma es lo que la hace ser violenta hacia el hombre, como una forma de autoprotección o mejor dicho, como un “mecanismo de defensa”, como se le conoce en psicología.

La violencia de la mujer hacia el hombre tambièn existe. Es un fenómeno social que ha recrudecido en nuestro paìs y en los paìses latinoamericanos desde hace unos quince años a la fecha, motivado en gran medida por el ascenso que la mujer ha tenido en los campos laboral, profesional, artìstico y cientìfico. No pretendo decir que sea malo o perjudicial que la mujer conquiste grandes metas, para nada, simplemente que tampoco podemos desconocer que todos esos logros han servido para encubrir precisamente tantos traumas, complejos y patrones mentales negativos que la mujer tambièn con frecuencia porta dentro de sì.

Ahora bien, ¿por què la mujer violenta encuentra o atrae hacia sì a hombres aptos para el ejercicio de esa violencia? Dicen que los polos opuestos se atraen, sin embargo no es precisamente que se trate de polos opuestos. La Ley de la Atracción dice que atraemos a nuestra vida todo lo que pensamos, decimos o deseamos; lo interesante es que no es necesario que esos pensamientos, manifestaciones o deseos sean conscientes. Asì es, nuestro inconsciente es un lacayo totalmente obediente, nuestro ego obedece fielmente a nuestros patrones mentales, de modo que un hombre que ha crecido con patrones mentales negativos sobre sì mismo, forzosamente tenderà a atraer a su vida a mujeres que sean compatibles con esos patrones mentales. Un hombre que creciò carente de amor y en ambientes de violencia, desprecio, burla o denostaciòn por parte de uno de sus padres o de ambos tenderà en su vida adolescente y adulta a buscar mujeres que cubran esos requisitos, es decir, mujeres que llenen su necesidad de violencia, burla, humillación y denostaciòn. Esto sucede en ambos sexos; en el caso de la mujer que sufre violencia es lo mismo, solamente que nuestra sociedad actual ha prestado la mayor cantidad de atención a èste problema en relaciòn con la mujer… Pero a veces nuestra sociedad parece no tomar en cuenta que tambièn el hombre lo padece. Tambièn los hombres podemos padecer el lastre de la violencia por parte de nuestras mujeres, sea violencia de pareja en el caso de quienes sostienen un noviazgo, o sea violencia intrafamiliar en el caso de quienes son casados o mantienen una vida en comùn. Y peor aùn si hay hijos de por medio.

El siguiente video nos muestra algunos detalle de èsta realidad, con todas sus implicaciones



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